viernes, 16 de noviembre de 2007
El mito de Quirón
por Gabriel Gutiérrez
(spica@pangea.org)
Las leyendas mitológicas ofrecen una fuente de conocimiento altamente sugerente. Se podría decir que los personajes de las leyendas escenifican comportamientos perfectamente observables en la vida corriente. Hasta el punto eso es así que a través de ellos vemos señalizada la base en la que se sustenta la psicología. Se podría decir que la mitología es una forma de psicología arcaica.
Los mitos son componentes de la imaginería colectiva. Su papel en las diferentes culturas ha dejado una huella indeleble en el inconsciente de naciones, razas y comunidades. Aunque cada cultura tiene un abanico propio de personajes mitológicos, cada uno de ellos presenta rasgos que lo convierten en universal. Así, por ejemplo, un mito de la cultura romana como es Quirón, tiene su alter ego en la cultura azteca en Quetzalcoatl. Aunque Quirón y Quetzalcoatl son descritos de diferente manera, sus contenidos psíquicos son pasmosamente afines. Los mitos representan energías que pertenecen al acerbo psíquico de toda la especie humana pese a ser visualizados y narrados de diferente manera según la comunidad cultural en que se desarrollaron. La sociedad en su conjunto y cada uno de nosotros en particular, tenemos algo de Quirón, algo de Saturno, algo de Plutón, algo de Júpiter, algo de Juno, etc,..... Lo que cambia en cada persona es cómo estos mitos están interconectados. En cada caso la fórmula que da vida a esta conexión es diferente. Es precisamente esta diferencia el objeto de estudio de la Astrología.
Como decíamos, la mitología estudia el comportamiento de entidades psíquicas, aunque la narrativa los viste con comportamientos relacionables con los de los humanos. Se podría decir que los personajes míticos hablan un lenguaje metafórico para que puedan ser entendidos y reinterpretados. De este modo no pierden vigencia con el paso del tiempo.
En realidad la mitología estudia los arquetipos, la fuente de energía primordial cuyas aguas van dispersándose en tantas facetas como variedad de comportamientos puedan producirse. Cada faceta se corresponde con un personaje mítico. Por decirlo en pocas palabras, la mitología nos ayuda a descubrir cómo es la polea que conecta la energía con el comportamiento. Cada mito es una polea que une el mundo astral con el mundo concreto. De hecho, en cada uno de nosotros coexisten ambas dimensiones.
Si el mundo arquetípico surge de las fuentes cósmicas de la vida, la energía primordial, será en el mundo de lo tangible en donde se verán plasmados los contenidos psíquicos de aquel. En realidad el mundo concreto es consecuencia y receptor del mundo astral. La energía primordial se manifiesta inicialmente formando los cuerpos celestes. Después, como si fuera un Big Bang, se disemina cuajando y dando lugar a pequeños mundos que reproducen a escala el gran mundo del que proceden. Las primeras manifestaciones arquetípicas están representadas por los sistemas solares, por los cuerpos celestes integrados en ellos, y las subsiguientes, por los seres y entidades que los pueblan. Todo proviene de una misma fuente y está regulado por una misma ley, la cual, al manifestarse, adopta diversos ropajes. Esos ropajes son los que aparecen descritos por los personajes míticos. Los planetas son vía de expresión de los mitos, al igual que lo es nuestra vida.
Quirón en la Mitología
La leyenda mitológica nos presenta a Quirón como integrante de la familia de los centauros, seres en los que se mezcla la animalidad y la humanidad. Se trata de individuos gregarios. Representan la bestialidad que subyace en todo ser humano. Se podría decir que hay dos grupos de centauros: unos representan la brutalidad gratuita, mientras que los otros persiguen el cumplimiento de objetivos nobles aunque con igual fuerza. Quirón forma parte de estos últimos.
En las dos clases de centauros percibimos reflejos del comportamiento humano. Lo constructivo y lo destructivo coexiste en cada uno de nosotros, y tan sólo una percepción lúcida de este hecho podrá hacer que nuestra vida se decante hacia el desarrollo de lo humano dejando atrás nuestro lado más destructivo. Hay que decir que para el Quirón interior, la humanidad incluye un respeto por la sabiduría emocional que compartimos con todas las especies animales. Quirón simboliza la armonía entre lo racional y lo intuitivo.
Quirón, por otro lado, aún formando parte del grupo de centauros más orientados al bien que al mal, requería de una experiencia que cambiaría su vida y lo haría diferente del resto de sus congéneres. En efecto, con ocasión de una matanza contra los centauros cometida por Heracles, Quirón recibió accidentalmente el estoque de una flecha que dejó en su rodilla una herida incurable. Esta circunstancia lo incapacitó para mantener su vinculación con el resto de los centauros. Así pues, al no poder moverse como hasta entonces lo hacía, no le quedó otro remedio que seguir una vida distinta condicionada por su dolor. Así es como empezó a descubrir otras motivaciones y capacidades. La asunción de este hecho diferencial provocó que Apolo -todo un símbolo de lo solar- lo apadrinara y lo invistiera de sabiduría. Así es como Quirón empieza a desarrollar la personalidad talentosa que el destino tenia deparada para él, aunque con una condición: no la podría utilizar para su uso exclusivo. Para poder desarrollar esas capacidades debería revertirlas en otras personas. Fue así como llegó a ser estimado por su benevolencia y sabiduría. Al ayudar a los demás podría ayudarse a sí mismo.
Hay que señalar que en la trifulca en la que una flecha perdida de Heracles se clavó accidentalmente en la pierna de Quirón, éste formaba parte del grupo comandado por el primero. Se trataba de una guerra entre dos grupos de centauros en la que Heracles comandaba al grupo al que pertenecía Quirón. De este hecho podemos deducir que algunas de las heridas que en nuestra vida hayamos podido recibir han sido producidas sin intención dolosa, quizá por personas con las que mantenemos un vínculo emocional. Sin embargo, el daño y el dolor coexisten. Ambos pueden ser motores de nuestra evolución si aceptamos que la herida más dolorosa ha sido producida por uno de los nuestros.
Quirón, entre otros, tuvo a su cargo como educador a Ulises y a Aquiles. Estos dos personajes simbolizan dos naturalezas totalmente distintas. Aquiles representa la lucha y la aventura, y Ulises personifica la observación y la prudencia. Y ambos fueron educados por Quirón. Eso me lleva a pensar en el significado de la palabra “educar” que no es otro que el de “sacar algo que está en el interior para que pueda expresarse en el exterior”. Al igual que en el caso del uso convencional de la medicina, en el que el diagnóstico se reduce al cuerpo y a lo meramente físico, la educación convencional etiqueta a los niños y los moldea con métodos y procedimientos idénticos pasando por alto las diferencias entre unos y otros. Un concepto alternativo de educación comportaría que a un niño no se le debería educar hasta mo llegar a una cierta edad, cuando sus tendencias talentosas ya han sido manifestadas de forma espontánea. Hacerlo antes eclipsaría su instinto. El concepto de educación preconizado por Quirón supone un respeto por el Ulises o el Aquiles que todos llevamos dentro.
Una línea pedagógica muy quironiana, la Antroposofía, defiende que un niño no debería ser “domesticado” antes de los 7 años. La educación que va a recibir debería ir orientada a potenciar todo aquello que el niño ha estado expresando antes de esa edad. En este caso es el maestro el que se supedita al talento del niño (educación alternativa), en contraposición al adocenamiento del niño (educación convencional).
Además de la pedagogía, entre las atribuciones de Quirón figuran la medicina, la música, etc,.... y también la observación del cielo. Eso da a entender que gran parte de su eficacia como sanador consistía en el dominio conjunto de diversas disciplinas. No le resultaba suficiente con conocer el cuerpo humano, sino que también necesitaba conocer cómo y en qué medida podían influir otros elementos tanto en la adquisición de una enfermedad como en su curación. Quirón percibe que en la presencia física de una persona se refleja una situación astrológica. Quizá ello nos indique que la Astrología es sanadora, o que la sanación no puede discurrir independientemente de la influencia astral.
Por otro lado, la música refleja la posibilidad que el arte tiene como generador de belleza y alivio ante el dolor. La música y el arte es para Quirón una forma de terapia. Las artes de la guerra y de la caza, asociadas también a Quirón, simbolizan la necesidad de supervivencia, de exposición del valor personal ante situaciones de riesgo, la dialéctica entre la vida y la muerte, entre la paz y la guerra.
La multiplicidad de vertientes del personaje quironiano que reside en todos nosotros nos hace pensar en la posible doble regencia Virgo / Sagitario. Por un lado, el cuerpo y sus avatares (Virgo); y por otro lado, el deseo de alcanzar la verdad (Sagitario). No hay curación del cuerpo sin una modificación de las creencias acerca de lo divino y de lo humano. Cualquier intento por paliar un dolor (diagnósticos, fármacos, etc,...) que pase por alto esta necesaria modificación ética y moral, se quedará en nada. Confiar tan sólo en una solución física sería como vender el alma al diablo. De hecho, la medicina alopática se basa en eso. Conformarse con el diagnóstico de lo físico dejando al margen un diagnóstico de lo moral es convertir el diagnóstico del médico en un dogma. La sociedad del bienestar en que vivimos también aboga por la anestesia moral. Vivimos en la sociedad del bienestar aparente, un bienestar que encubre un miedo cerval ante la muerte y el dolor. En otras palabras: vivimos en la sociedad del malestar que se maquilla sobrevalorando la cantidad y sacrificando la calidad. Una sociedad que corre hacia el futuro huyendo despavorida de su propia historia. Es la sociedad del dolor.
Lo divino y lo humano forman parte de la doble naturaleza de nuestro Quirón interior. Esta doble regencia señala la gran implicación –a menudo contradictoria- existente entre nuestras creencias y nuestro estilo de vida, por un lado, y nuestra realidad anímica. Nuestras creencias –y con ellas, el sistema de vida que las alimenta- pueden ser teóricas, pero la prueba máxima de su validez es que seamos capaces de que eso en lo que creemos se transfiera a nuestra vida corriente. Creencias y emociones van de la mano. Una creencia nunca puede ir contra la naturaleza de uno mismo. Es por eso que el Quirón astrológico nos invita a cuestionar hasta qué punto podemos estar sosteniendo creencias que no reflejan nuestra realidad interior.
Quirón era hijo ilegítimo de Cronos y de Fílira. Por tanto, pertenece a la misma generación divina que Zeus. Para engendrarlo, Cronos se había unido a Fílira adoptando forma de caballo, lo cual explica su naturaleza centáurica. Saturno, temeroso de su mujer oficial, Rea, pide a Fílira que se esconda hasta que dé a luz. Esta situación provocó en Fílira una aversión hacia su propio hijo, una aversión que ya existía antes del parto y que se tradujo en el alumbramiento de un centauro. Fílira intentó aceptar a Quirón sin conseguirlo. Posteriormente Fílira, al no conseguir aceptar las características de su propio hijo, pidió a los dioses que cuidaran de él y que a ella la convirtieran en un tilo.
El papel de Fílira incluye una lucha entre dos naturalezas. Esas dos naturalezas no sólo están reflejadas en Quirón, sino que también en ella misma existen dos posturas contrapuestas: aceptación y rechazo. Esta misma contradicción nos la encontramos en nosotros mismos, en la relación con nuestros padres, en la relación con nuestros hijos, etc,.... Todos queremos pertenecer a un colectivo -la familia, por ejemplo-, pero también es posible que entre la familia y nosotros no haya un buen ajuste. La percepción de este hecho es parte de la herida incurable de Quirón que todos albergamos en nuestro interior de una u otra forma. Quirón fue rechazado por su madre, y herido por un aliado, Heracles. Su vida es una lucha por la autoaceptación.
Otro de los detalles de la personalidad de Quirón es que vivía en una cueva, lo cual da a entender una idea de marginación. Aún así acudían a él príncipes y héroes en busca de auxilio y consejo. Esta doble condición sugiere que en Quirón coexiste la lucidez y la oscuridad. Esa gruta quizá fuera el lugar en donde él se cuestionaba a sí mismo alejado de las luchas y de las contradicciones del mundo exterior. La gruta es como el laboratorio para el alquimista.
Las experiencias fuera de la gruta ponían a Quirón en evidencia ante su peculiar herida, similar a las experiencias externalizadas de nuestro Quirón astrológico. La oscuridad de la gruta le permitía procesar las experiencias y dotar de un sentido a su propio sufrimiento a través de una entrega a los demás. La gruta remite al origen de Quirón: una madre que lo engendró y lo parió a escondidas, y al que finalmente rechazó. El retorno a la cueva puede suponer una atracción por revivir la herida original, por recordar un dolor que, cuando se acepta, puede llegar a convertirse en medicina. La necesidad tanto de ocultarse (su defecto) como de mostrarse (su virtud), puede revelar dos facetas en el comportamiento astrológico de nuestro Quirón interior: etapas de exteriorización que se alternan con etapas de interiorización.
La oscuridad puede ser ocultación, vergüenza, timidez, temor al rechazo o al fracaso,.... La ignorancia es oscuridad. Oscuridad es el inconsciente, y el conocimiento y la honestidad constituyen la medicina contra la oscuridad. El conocimiento requiere osadía, la misma que para entrar en una cueva oscura. La cueva oscura también puede ser un símbolo de las cosas que nos negamos a nosotros mismos. El miedo al dolor impide vivir el placer, lo que da lugar a más dolor. Huyendo del dolor nos encontramos con él.
El narcisismo es la manifestación más convencional y habitual de la oscuridad personal. Por contra, el dolor nos pone ante la realidad y ante la necesidad de ser sinceros. Gracias al dolor podemos salir de la cueva en la que vivimos, una cueva que nos sirve para ocultar ante nosotros mismos nuestros defectos pero que, sin embargo, todos pueden ver. Cada uno vive en una cueva, mientras trata de ofrecer una imagen controlada ante los demás. Visto así, salir de la cueva puede ser liberador.
El dolor es antagonista del narcisismo. Mientras éste trata de acorazarse ante la posibilidad de un desmoronamiento, el dolor nos pone ante la tesitura de pedir ayuda a los demás como forma de disipar el aislamiento al que el dolor nos llevó. Así, mediante el dolor, reconocemos nuestra insuficiencia, al tiempo que nos obliga a tomar conciencia de establecer unos vínculos más nutritivos y cálidos con el entorno. El dolor nos lleva a profundizar acerca del sentido de nuestra vida. Sin dolor todo lo humano sería superficial. Es el dolor el que dota de profundidad a los sentimientos y a los pensamientos.
La caverna puede tener otras acepciones. Por un lado representa la matriz existencial. En algunas tradiciones la caverna simboliza el corazón de la vida, el lugar en donde uno se orienta hacia el encuentro con su centro espiritual, con la verdad en definitiva. Si la gruta es la verdad, entonces el mundo exterior es en realidad el lugar en donde reina la apariencia y la mentira. Si la gruta es concentración, retiro y aislamiento, entonces el mundo exterior es disipación, disgregación, participación y socialización.
Otro aspecto de la caverna es que puede ser tomada como lugar de ejecución de castigos, de privaciones, de limitaciones, de frustraciones, etc,.... con lo cual nos acercaríamos a la función kármica de Saturno.
Si unimos las dos cosas, la caverna representa el castigo como forma de acercamiento a la realidad. O lo que es lo mismo: la realidad es entonces un castigo si a lo que venerábamos era a la fantasía.
La caverna es un símbolo de lo inconsciente, y lo inconsciente tanto puede referirse a la gran sabiduría universal que reside en nosotros, como al miedo a lo desconocido y a lo oculto en uno mismo. Cualquier autoconocimiento pasa por el conocimiento de la historia. En el propio pasado, en la familia, en las carencias heredadas,..... están las claves de nuestra evolución. Sólo hay que saber mirar. No es fácil. Por eso es que el núcleo de nuestra biografía es una auténtica cueva.
Si la gruta es lo oculto, entonces el conocimiento oculto es únicamente revelable a través de símbolos. Una de las funciones de los símbolos es la de oraculizar la realidad tangible. En este sentido, el cuerpo puede ser tomado como símbolo del alma. Y si es así, entonces el alma es la realidad. El alma aparece escondida en una gruta que es nuestro cuerpo. A través del cuerpo podríamos vislumbrar la existencia de otras realidades. Nuestro cuerpo es un gran mandala en el que los órganos son tanto símbolos como transmisores de energía cósmica.
Si tomamos el cuerpo como oráculo que transmite hacia el exterior mensajes internos, entonces una enfermedad, por ejemplo, puede constituir la llave que nos conecte con un conocimiento oculto ante el cual nos habíamos estado resistiendo a tomar en consideración. El dolor nos puede ayudar a descifrar el código secreto (escondido en la gruta) que nuestra vida representa. La enfermedad pulveriza toda pretensión narcisista, nos pone ante nuestra realidad y ante la necesidad de clamar por lo que hasta entonces habíamos estado callando. La enfermedad habla por nosotros, es la punta del iceberg de nuestras censuras internas.
La caverna, en la medida en que posee una connotación de trabajo interior, supone el tránsito por la oscuridad que antecede a la elevación hacia el cielo. Ello sugiere que a través del trabajo quironiano podemos contactar con nuestra realidad astrológica. Recordemos que Quirón era un observador de las estrellas del cielo. Si Urano es la Astrología, Quirón es el astrólogo, pero no un astrólogo que se conforma con utilizar una serie de técnicas astrológicas. A Quirón le interesa el conocimiento integrado. Quirón no entiende el conocimento de algo concreto separado de otras formas de conocimiento. Quirón simboliza la percepción holística del mundo y de los problemas humanos, una percepción en la que nada está separado del resto del sistema. La enfermedad, según Quirón, no atañe al cuerpo únicamente. La enfermedad es la caja de resonancia del sistema de vida del individuo. Visto así, el cuerpo es el portavoz del alma al tiempo que también es el soporte sensible en donde queda registrada nuestra historia personal.
Finalmente, valdría resaltar la circunstancia que vincula a Quirón con Prometeo. Para entender esta conexión, recordemos una de las características conformadoras del destino de Quirón: su herida era inmortal, no podía ser curada. Y no podía ser curada porque el dolor que originó tal herida no sólo fue físico sino que también fue moral. Por eso es inmortal, porque el daño se produce en un momento, mientras que el consiguiente dolor es eterno. Recordemos que el daño fue originado por una flecha lanzada por Heracles accidentalmente, y que Quirón estaba de su parte. Para paliar ese dolor, pidió que su condición inmortal fuese canjeada por la condición mortal de Prometeo. De esta manera, el dolor cesaría con su muerte. Así es cómo los destinos de ambos se imbricaron. Al intercambiar tal condición, Quirón adopta de Prometeo algunas de sus funciones. Prometeo es el mito que mayor relación tiene con el potencial creativo de la especie humana. Representa el poder de la inteligencia como definidora de la vida y como plataforma de expresión de todo tipo de capacidades. Prometeo es el bienhechor de la humanidad. Cuenta la leyenda mitológica que creó los primeros hombres moldeándolos con arcilla. Se puede decir entonces que representa la capacidad que cada uno de nosotros tiene para visualizar sus potenciales y crear un camino de vida que permita su expresión, no obstante poseía el don de la profecía. Con Prometeo las promesas quieren convertirse en realidad. A través de Quirón podemos intuir la estela de Prometeo; aceptando el dolor podemos percibir en él un potente motor de nuestra evolución.
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